Este periodo «vacacional» que atravesamos, parece que no invita a realizar artículos con demasiada carga de profundidad, debido a que todos en una medida u otra andamos dispersos en cuestiones más intimas y personales y donde los metapensamientos gestores pasan a un segundo plano.

Pero no queremos dejar pasar este último día del año sin realizar una última publicación, una publicación balance, que sirva de primer paso a las que vendrán a partir de la semana que viene.

 

Durante los últimos días, en los que hemos estado preparando para la carrera que tradicionalmente se celebra a lo largo y ancho de nuestro país, preparando no para ganar sino para terminar.

Terminar al final es la clave, continuar dando pasos y avanzando hacia los objetivos que nos planteamos al final es lo que importa.

Los que conocen la sensación de correr, del esfuerzo en solitario, saben a que nos referimos cuando decimos que, llega un momento durante la carrera que ya solo quedas tu, con tus propios pensamientos y con el esfuerzo y ánimo de seguir adelante.

Es entonces cuando volvieron los pensamientos de aquellos ya lejanos años en los que empezamos a saltar vallas, quizás ya entonces realmente fuera una alegoría de lo que es la vida y el camino que a todos nos espera. Y es que aquellos años, estuvieron cargados de éxitos y por supuesto fracasos que denominaremos «La séptima valla».

El saltador de vallas, sabe lo que es caer, ver alejarse al resto de los corredores y perder la carrera con todos sus sueños y objetivos.

Detrás de cada caída, no se pierde el futuro únicamente. Se pierde también el pasado. 

Llegar a la linea de salida, lleva un alto nivel de esfuerzo, constancia, sacrificio. Trabajo invisible.

Trabajo que nadie ve y que nadie tampoco verá tras esa séptima valla.

La aceptación del éxito y el fracaso es la clave de todos los proyectos y circunstancias personales y profesionales. Estamos preparados para el éxito, un poco menos para el fracaso y su aceptación.

Y es un mal social, cuando se apagan los focos, son muy pocos los que se acercan al que cayó en la séptima valla, a veces nadie y es uno mismo el que debe levantarse y seguir caminando hasta la meta, sin fotos ni titulares de periódicos, solo tu y el fracaso.

Un año en nuestra vida, a veces es como esa carrera de 400 metros vallas. 10 vallas en forma de meses, días, horas, minutos y segundos que nos separan de la meta final. 

Hoy terminamos una de esas carreras de 400 metros vallas, una carrera muy especial, en la que cada valla ha sido especial, éxitos, fracasos, alegrías y tristezas como la vida misma y de la que siempre podremos sacar experiencias positivas.

Lo mejor que se puede decir siempre un día como el de hoy, es que estamos listos para una nueva salida.

Gracias a todos los que os seguís acercando a la séptima valla a encender el foco.

#keepmoving