Siguiendo a Foucault, debemos fijarnos en el objetivo del poder y en la relación establecida entre las personas. De esta forma, partiremos del poder como una relación de dependencia entre uno o varios miembros de un grupo o colectivo social, sustentada en la vinculación que surge entre estas y las relaciones que se establecen, sean del tipo que sean, personales, amorosas, económicas, laborales…
Bien es cierto que debemos considerar este tipo de vinculación móvil, es decir, puede modificarse a lo largo del tiempo si cambian las circunstancias que motivaron la relación de dependencia. Si traducimos este hecho a las circunstancias de las organizaciones sanitarias, no resulta complejo entender que las personas no se mantienen en los cargos directivos de forma permanente y que cambiando su situación laboral, cambiará también la posición de dominancia, pasando a ostentarla aquellas personas que pasen a ocupar las posiciones directivas.
Es inevitable, que en toda relación de poder que se establece, cada persona trata de imponer su voluntad, deseos, formas de pensar, objetivos, etc. a los otros. De manera, que los demás pasen a pensar, de la manera que nosotros mismos pensamos. Esto quiere decir, que toda relación de poder se hace manifiesta a través del impulso y la capacidad de modificar la voluntad y por tanto imponer determinados criterios a otras personas.
Dicho esto, tenemos que volver sobre la idea acerca de que estas relaciones de poder no son para siempre. Modificándose la circunstancias, se modifica la capacidad para condicionar a otra persona. Es más, en las organizaciones sanitarias no es necesario el cambio de circunstancias así, un cambio de turno, de unidad, de gerencia que realice una enfermera, modifica la relación de poder establecida entre las personas.
Y esto es así, porque las relaciones de poder se establecen entre sujetos libres que pueden, de manera unilateral cambiar su conducta, circunstancias y estilos de relación.
La relación de poder, hay que analizarla también desde la óptica de la resistencia, de la capacidad que las personas tenemos para resistirnos a la voluntad de otra persona. Sin embargo, hay que considerar, que desde el mismo momento que se establece una relación de poder, existe la posibilidad de resistencia. Como venimos diciendo, siempre es posible modificar esta conducta ya que, la resistencia y el poder solo existen desde el plano de la acción y comportamiento entre las personas. Así, la resistencia se edifica sobre las experiencias pasadas y sobre la posibilidad, de establecer nuevas relaciones que cambien la influencia existente.
Bien es cierto, que la resistencia, a menudo producen conflictos de interés entre las personas que ostentan el poder y aquellas que tratan de resistir. Y esto es así, porque aquel que ostenta el poder trata de reivindicar el principio formal del que nace su poder mientras que, la persona que resiste trata de establecer nuevas relaciones y circunstancias a este.
Habitualmente, en las organizaciones sanitarias las conductas de resistencia son reprobadas y supeditadas a la relación de autoridad formal de forma que los críticos, son calificados de irreverentes y problemáticos.
A este hecho, la gestora enfermera siempre debe desarrollar su capacidad para establecer relaciones de cambio basadas en la coalición y sinergia de opiniones.
Establecer coaliciones entre las fuentes de poder y resistencia siempre es útil.
Primero por la estabilidad en las relaciones interpersonales y grupales.
Segundo, por la relación e influencia que esto tiene sobre el resultado final sobre el usuario del sistema sanitario.
Tercero, porque la sinergia de opiniones siempre es más útil por el abanico de acción que se abre frente al pensamiento único.
Por ello, una gestora enfermera nunca debe practicar este tipo de poder basado en el pensamiento de “los suyos” dado que resta posibilidades y calidad a la acción y toma de decisiones.
El conflicto en las relaciones de poder, deben solventarse alejadas de la medición del poder que cada una de las personas ostenta. Debe resolverse, en el entorno de la negociación, de la comprensión de la ausencia de represalias, de los aislamientos a los profesionales con opiniones contrarias.
En este contexto, la comunicación y la negociación así como la capacidad para construir equipos son las competencias más valiosas de las gestoras enfermeras.
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