Abordar la asignación de recursos económicos significa enfrentarnos a los conceptos de eficacia, eficiencia y efectividad.

De modo que, eficacia debe ser entendida como la probabilidad de que una persona de una población concreta se beneficie del uso de los servicios sanitarios, ya sean tecnologías o servicio de los profesionales. En este concepto, se debe incluir el beneficio que aporta la tecnología a la resolución de los problemas demandados. La eficacia está referida a unas condiciones ideales que en escasas ocasiones se dan por la naturaleza misma de los problemas de salud.

En cuanto a la efectividad, debemos entender este mismo entorno de aplicación de la prestación sanitaria, pero en este caso, bajo condiciones no ideales sino reales. Bajo este concepto, la efectividad no puede ser generalizada ya que obedece a unos escenarios concretos que difieren de unos de otros.

Frente a estos conceptos debemos situar la eficiencia, pudiendo ser definida como los resultados que se obtienen en salud, en relación directa con los recursos consumidos para obtener dichos resultados. La eficiencia a pesar de ser un concepto relativo, resulta de extremada utilidad ya que la eficiencia se refiere a un resultado obtenido frente a otro que puede obedecer a un mismo problema abordado de maneras diferentes. Además, debemos distinguir dos aspectos diferentes en cuanto a la eficiencia. Así, eficiencia productiva será la que se alcance minimizando los costes, lo que genera una eliminación de los consumos de bienes y servicios innecesarios. Por otra parte, se distingue la eficiencia asignativa, siendo esta la que garantiza que los servicios sanitarios disponibles, no pueden ofrecer un mayor bienestar siendo distribuidos de una manera alternativa.

Sin embargo, la literatura describe algunos problemas a la hora de considerar la eficiencia económica en el ámbito sanitario. Por un lado, nos encontramos la dificultad a la hora de explicar el coste oportunidad, que puede implicar que los recursos se dediquen a un paciente frente a otro por razones de coste y beneficio en salud. Por otro, está el desconocimiento y capacidad de precisar con exactitud la eficacia y efectividad de procedimientos sanitarios, debido a la variabilidad de los distintos contextos a los que nos enfrentamos. También puede interferir, la ética médica que en función de las personas o situaciones decidan una serie de actuaciones que bien pueden ser contrarias a las razones del coste beneficio.

Son situaciones que también pueden darse, los incentivos que podemos encontrarnos por razón del mercado sanitario o en este caso por los fallos del mercado sanitario, que nos conduzcan a asignaciones ineficientes. Otra situación, es la disfunción entre las distintas partes implicadas en el mercado sanitario, en el que en función de las distintas culturas organizativas, pueden entender como idóneo una situación u otra al margen de consideraciones de coste-beneficio en salud.