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La vuelta de las vacaciones siempre nos devuelve a ese aroma conocido  que hemos procurado guardar en un frasco bien cerrado durante unas breves semanas que nos permitan afrontar un nuevo periodo de trabajo.

La primera semana, la del regreso a nuestra actividad, suele ser una semana en la que permanece la sonrisa del recuerdo del tiempo de ocio y descanso, pero en esta ocasión hemos decir sin disgusto pero si con cierta preocupación que el regreso nos ha mostrado un largo camino de duro trabajo y sacrificios que abarcan todos los aspectos de nuestra actividad profesional.

Pero nos ha preocupado en especial una cosa, algo que venimos rumiando todo el fin de semana y que @manyez en cierta forma mencionó y evidenció esta semana en su resumen de la semana, la brecha.

Si miramos nuestras organizaciones, si miramos con esa mirada la de la crítica constructiva nos daremos cuenta de un problema que aunque no es nuevo si nos acusa de forma especial en este tiempo donde la importancia que cobra el esfuerzo colectivo y grupal de las profesiones sanitarias se hace más necesario.

Nos estamos refiriendo a la brecha, a la brecha sanitaria, a la brecha enfermera.

Hemos hablado largo y tendido los últimos días entorno a la brecha tecnológica y la necesidad acerca de que ésta disminuya de forma que estas herramientas que el periodo en el que nos toca ejercer nuestra profesión facilite y mejore nuestra atención a los usuarios del sistema sanitario.

Es necesario que esta brecha tecnológica disminuya, si, es necesario trabajar en concienciar a nuestras organizaciones que las nuevas herramientas de la comunicación no son un enemigo potencial al que hay que mantener controlado, hay que concienciar a los colectivos sanitarios de que estas herramientas son eso, unas herramientas que nos han de facilitar el afrontamiento de esta nueva época y las necesidades de nuestros usuarios, bajo la perspectiva de que todas estas son un medio, un recurso muy útil pero de ninguna forma la solución de todos problemas.

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Pero hay otro tipo de brechas bastante más acuciantes y preocupantes, la brecha interprofesional.

La brecha interprofesional, es esa que nos separa a los distintos profesionales que conformamos en teoría los equipos sanitarios.

Por mucho que nos empeñemos esta brecha interprofesional es real, es muy real la distancia que nos separa a los distintos colectivos, son muy reales las diferencias de criterios y conceptos de los diferentes gremios de forma que solo se mantiene la cohexión interna de los equipos de trabajo si uno de los colectivos, habitualmente el enfermero, cede parte de sus parcelas.

Si, si le preguntamos a una parte de los miembros de nuestros equipos multidisciplinares, nos dirán que las enfermeras son muy necesarias y de la importancia que tiene su trabajo, pero a la hora de plasmarlo en un papel, la enfermera tomará la tensión, aseará, pondrá y retirará la vía y no es que no demos estos cuidados a nuestros pacientes pero debemos reconocer todos, que esta es una visión simplista del trabajo enfermero y de los cuidados que proporcionamos a nuestros usuarios.

La enfermera proporciona cuidados profesionales en las tres esferas del ser humano, la bio-psico-social, y el respeto, reconocimiento y visibilización de esto, la reducción de esta brecha es una necesidad imperiosa empezando desde dentro de nuestro colectivo, si empezando por aquí, continuando por nuestros gestores enfermeros comportándose como tales y no en lucha constante por el mantenimiento de sus puestos directivos, y terminando por el resto de los gestores sanitarios y colectivos profesionales.

Otro preocupante problema es la brecha enfermera. Con esto queremos dirigir la mirada hacia nuestro ejercicio profesional, a las diferentes formas de afrontamiento. Debemos desechar de nuestra profesión el concepto de enfermera de 8 a 3, sin querer decir con esto que debemos serlo las 24 horas del día.

Pero cuando estamos en nuestros puestos de trabajo, debemos serlo de cuerpo y alma, de acción y no solo de palabra, de compromiso y no solo de imagen.

Estos días hemos asistido a un desgarrador relato, un maravilloso relato, de esos que despiertan conciencias, por su sencillez, claridad y generosidad. Una madre contaba desde el corazón su lucha por mantener con vida su tesoro más preciado, su hijo, nos relataba una historia con ciertos tintes de reproche a los profesionales sanitarios pero a pesar de ello con respeto, aprecio y reconocimiento del valor que tiene la práctica profesional de los distintos profesionales que conformamos este mundo sanitario.

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Pero en nuestra mirada se nubló cuando nos dimos cuenta de una ausencia en ese escenario que nos estaban dibujando, la ausencia de la enfermera comunitaria, no la ausencia física, pero si la ausencia del cuidado y soporte del propio paciente y de su cuidador principal.

No podemos rasgarnos las vestiduras por el humanismo de nuestra profesión y luego tan solo encargarnos de que no le falten pañales… obviando el acompañar, el escuchar, el actuar sobre la desesperanza que como muy bien indicó una muy querida amiga, es un diagnóstico enfermero.

Pues si lo es, practiquemos todos su uso.

Para finalizar, nos gustaría hablar de otra brecha acuciante, la brecha sanitaria.

Estos días una persona cercana a los autores de este blog, desgranó toda su más y profundo descontento con la situación que estamos viviendo los profesionales sanitarios en general y lo hizo ante la oportunidad que le brindó un importante gestor sanitario, dio su visión, una visión real pero sesgada por las circunstancias personales, lo que sin duda y a nuestro entender hace perder crédito a las personas que no son capaces de separar estas partes.

Todo hubiese sido correcto y respetable si en esta conversación no hubiesen existido ausencias.

La ausencia de soluciones, y ya lo dice el dicho popular:

Si no eres parte de la solución eres parte del problema.

No podemos desgranar todos nuestros problemas y preocupaciones y en la siguiente frase cuando alguien te tiende la mano y te ofrece que le hagas sugerencias contestes con un tópico muy extendido y generalizado en nuestros centros sanitarios:

A mi por eso no me pagan

El paraguas del descontento no justifica esto.

¿Y de quién es responsabilidad esto?

Bajo nuestro punto de vista, la responsabilidad de esto, de hacer disminuir esta brecha es de todos.

De los gestores sanitarios, que han de salir de sus despachos y comenzar a pasear por los pasillos de las instituciones que dirigen y pulsar el sentir de las personas y no quedarse en:

«Yo recibo a todos los que me piden una cita».

No eso no vale, eso no vale, lo que vale es el reconocimiento del mundo fuera de tu área de confort.

Y por otra parte de todos los profesionales sanitarios, si tu gerente, director de enfermería, médico, de gestión, consejero… te pregunta acerca de tus ideas y soluciones, sal de tu área de confort, de esa brecha que nos separa a unos y otros, y dale una batería de soluciones aunque alguna este viciada por los humos de la falta de experiencia o intereses personales.

Y no, el regreso de las peonadas para médicos y enfermeros, no es la solución.

Para finalizar, un último apunte:

Sin ti, sin ti no soy nada

 

Sin paciente, no eres  nada.

Sin médico, no eres nada.

Sin enfermera, no eres nada.

ALBERTO GONZALEZ