Esta semana incorporamos una nueva visión a nuestro blog, la visión a través de la ética, algo tan ligado a las profesiones sanitarias.
Para ello tenemos el placer y el honor de contar con un refere en este campo, Vicente Bellver.
Necesitariamos varias páginas para dar el resumen de su curriculum, méritos y reconocimientos.
Vicente Bellver Capella es Doctor en Derecho por la Universitat de València. Profesor Titular de Filosofía del Derecho y Filosofía Política. Acreditado como Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política desde el 1 de diciembre de 2011.
Ha sido:
– Visiting Scholar en las Universidades de Berkeley (California), Boston (Massachusetts), Princeton (New Jersey), Palermo (Italia) y Cambridge (Reino Unido).
– Magistrado Suplente de la Audiencia Provincial de Valencia (1999-2001).
– Director de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en la Comunidad Valenciana (2002-2008).
– Director General de Política Científica de la Generalitat Valenciana (2008-2011)
– Miembro del Comité Director de Bioética del Consejo de Europa (2002-2008).
– Director del Master en Bioética de la Conselleria de Sanidad (2002-2006).
– Director del Master en Ética de la Enfermería de la Universitat de València (2010-2011).
Ha escrito tres libros:
– “Ecología: de las razones a los derechos” (1994);
– “¿Clonar? Etica y Derecho ante la clonación humana” (2000, traducido al italiano en 2002)
– “Por una bioética razonable” (2006).
Ha publicado más de 120 artículos y capítulos de libro en revistas especializadas en materias relacionadas con los derechos humanos, la ecología política y la bioética.
En la actualidad es:
– Miembro correspondiente de la Pontificia Academia per la Vita (2002-).
– Miembro del Consejo Asesor de Bioética de la Comunidad Valenciana (2004-).
– Miembro del Comité de Ética de la Investigación Clínica del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) y de la Dirección General de Salud Pública de la Generalitat Valenciana (2009-).
– Miembro de la Comisión de Consentimiento Informado de la Conselleria de Sanitat (2011-).
– Miembro del Comité de Bioética de España (2013-).
– Miembro de la Comisión de Ética del Consejo Valenciano de Enfermería (CECOVA) (2012-).
Por todo esto y muchas razones más que omitiremos, Vicente Bellver es un referente si de ética y bioética queremos hablar.
1. Toda carrera profesional debe poseer unos objetivos y metas a largo plazo a los que dirigirnos, por ello la primera pregunta siempre es ¿Cómo decidió dirigir su carrera profesional hacía el mundo del derecho y la bioética?
Yo creo que la vida profesional, como todos los demás aspectos de nuestras vidas, son resultado de una combinación de proyecto y azar. Hay quienes se afanan por proyectar hasta los más pequeños detalles de toda su existencia y, con el tiempo, se van dando cuenta (a veces con mucho sufrimiento) de que la vida no es solo proyectar sino también responder satisfactoriamente a lo inesperado que aparece en nuestra vida. Hay otros que, por el contrario, viven en el presente sin preocuparse por el largo plazo y, con el tiempo (y también a veces con mucho sufrimiento), se van dando cuenta de que sin proyectos a largo plazo nuestra vida queda convertida en una pura sucesión de experiencias de escaso valor.
Con independencia de que seamos de una u otra manera –celosos del control de nuestra existencia o confiados en lo que nos vaya ofreciendo la vida- a medida que maduramos descubrimos que lo mejor es integrar ambas formas de vivir: ser personas capaces de comprometerse con un proyecto de envergadura y, al mismo tiempo, capaces de adaptarse a las continuas sorpresas que te depara la vida.
Yo quise desde siempre dedicarme a la filosofia pero mis padres me insistieron en que estudiara algo de “provecho”, como Derecho. Como yo era un “buen chico” les hice caso. Pero en el primer curso de la carrera me llevé la gran sorpresa de encontrarme con un catedrático de Filosofía del Derecho, Jesús Ballesteros, que me descubrió la posibilidad de dedicarme a la Filosofía a través del estudio del Derecho. Así, al acabar la carrera, empecé mis estudios de doctorado en el Departamento de Filosofía del Derecho de la Universitat de València, un privilegio que nunca agradeceré bastante.
El tema de mi tesis fue el derecho humano al medio ambiente, y a las cuestiones de ecología y política me dediqué con entusiasmo durante años. De ahí el paso a la bioética resultó algo natural porque, al final y al cabo, la pregunta a la que se trata de responder en ambos casos es la misma: ¿cómo debe ser la relación del ser humano con la naturaleza (tanto el medio ambiente como su propia biología)?
2. Todos hablamos y hasta algunas veces presumimos de “tener ética” ¿Qué debemos entender realmente por ética? ¿y por bioética?
Ciertamente todos podemos presumir de tener ética porque cada uno tiene la suya. Ahora bien, conviene hacer dos precisiones. Primera, que aunque cada uno tenga una ética no siempre es coherente su pensamiento con su conducta. De hecho, todos tenemos experiencia de personas a las que se les llena la boca con apelaciones a unos principios éticos maravillosos que, sin embargo, no los tienen verdaderamente presentes en su actuación diaria. A veces uno mismo se sorprende actuando de esta manera.
Segunda, que no todas las éticas valen igual. Es más, algunas de ellas pueden y deben ser repudiadas sin paliativos. Pondré un ejemplo con el que seguramente todo el mundo estará de acuerdo. Cuando Hitler decide exterminar a los judíos lo hace convencido de que es lo mejor para el pueblo alemán y para la humanidad. Se trata de eliminar una raza que solo ha obstruido el progreso de la humanidad a lo largo de la historia. ¿Hay alguien que conceda que la ética con la que actuó Hitler es aceptable? El problema está en que, en algunas ocasiones, no es fácil discernir si una determinada visión ética es excelente, decente o deleznable.
Con la bioética, que en definitiva es una parcela de la ética en general, sucede lo mismo.
3. Los profesionales de los distintos campos a menudo esgrimen “razones éticas” para realizar o dejar de realizar alguna/s de sus competencias profesionales ¿Eso es ética, ideología, pensamiento personal o imposición de criterio?
La ética es muy sufrida y unos la invocan para justificar actuaciones que otros considerarán contrarias a la ética misma. Pondré un ejemplo de los menos controvertidos. Unos consideran que es contrario a la ética someter a ensayos clínicos a los niños que no pueden consentir. Otros, por el contrario, entienden que lo ético es promover el desarrollo de medicamentos adaptados para niños y eso solo se puede conseguir permitiendo los ensayos en niños bajo ciertas condiciones. Detrás de estos enfrentamientos a veces hay visiones éticas imposibles de conciliar. Pero otras simplemente es que los problemas son complejos y no resulta fácil dar con la respuesta correcta.
Más allá de que nos sintamos próximos o lejanos de la visión ética de quienes nos rodean, lo fundamental es centrarse en la solidez de las razones aportadas para defender una determinada posición. Si lo hacemos así, las diferencias éticas conducen a fecundos debates de los que suelen salir respuestas acertadas y compartidas. El problema está en que, muchas veces, no somos capaces de quitarnos de encima los prejuicios y tendemos a descalificar por completo a quien no piensa como nosotros.
4. En un blog de gestión sanitaria, gestión enfermera, es obligado preguntar ¿Qué es y que debe ser la ética para un gestor sanitario?
La ética es el uranio enriquecido que genera toda la energía de la central nuclear que es cada ser humano. Sin ética es imposible vivir ni desarrollar cualquier profesión. Ahora bien, lo fundamental es que esa ética desde la que uno vive y trabaja sea la correcta. Cuando un profesional de la sanidad se dedica a responsabilidades de gestión debe hacerlo desde una ética que conozca bien cuál es el sentido tanto de la gestión de recursos como de la actividad sanitaria. Y, a mi entender, la gestión sanitaria tiene dos metas principales: disponer los recursos (humanos y materiales) de la forma más eficiente para lograr la asistencia sanitaria de las personas; y cuidar de las personas que realizan esa asistencia sanitaria para que lo hagan con competencia, ilusión y centrados en el destinatario de esa atención. De esas dos metas, me parece más importante la segunda que la primera, pues si se logra la segunda casi se puede asegurar que la primera saldrá como consecuencia.
5. En nuestro blog, a menudo hablamos de competencias gestoras y su desarrollo, ¿Los gestores y líderes sanitarios poseen un desarrollo adecuado en cuestiones de gestión ética o gestión con ética?
No tengo conocimiento de la atención que los gestores sanitarios, las instituciones en las que trabajan y las organizaciones en las que están involucrados prestan a la formación y reflexión sobre ética de la gestión sanitaria. Pero puedo decir que, con carácter general, la dimensión ética de las profesiones suele recibir una atención marginal, muy inferior a la que le corresponde por su importancia. Es comprensible que sea así por dos razones: primero porque el ejercicio de cada profesión presenta muchas dificultades técnicas y deja poco tiempo para las cuestiones relacionadas con la ética; y segundo porque existe una inercia secular a ver la ética como algo relacionado con las opiniones y los gustos, y no algo consistente y racional.
Es urgente ahuyentar esas dificultades porque todos sabemos que el nivel ético de los profesionales (da igual que sean de la gestión sanitaria o de la abogacía) marca la diferencia radical entre un buen trabajo y una chapuza. Si queremos dar un salto cualitativo en la gestión sanitaria debemos prestar una atención prioritaria a las cuestiones éticas: a la reflexión acerca de lo que es correcto hacer y a la formación ética de los profesionales.
6.Ética de la empresa: ¿qué pasos debe seguir una empresa u organización para ser ética?, ¿y para ser socialmente responsable? ¿es lo mismo?
Aunque mi especialidad no es la ética de la empresa, considero que cualquier empresa que quiera ser ética (que es lo mismo que decir que cualquier empresa que quiera serlo de verdad) deberá proponerse los siguientes objetivos de forma ineludible:
– Que sus trabajadores son tratados con dignidad.
– Que los bienes o servicios que ofrece la empresa se obtienen de forma respetuosa con el ambiente.
– Que la empresa contribuye a fortalecer el tejido social del lugar donde se ubica.
– Que los clientes reciben un bien o servicio no fraudulento.
– Que la empresa obtiene unos resultados económicos positivos, que garanticen su continuidad a largo plazo.
En definitiva se trata de algo tantas veces proclamado como difícil de alcanzar: que la empresa sea sostenible desde el punto de vista social, económico y ambiental. Vistas así las cosas, entiendo que entre ética de la empresa y responsabilidad social corporativa existe casi un solapamiento.
7. Usted ha realizado amplias investigaciones en el campo de la ética y bioética. Un desarrollo sostenible está en la conjunción de lo social, lo ecológico y lo económico, llevémoslo al campo de la salud ¿por dónde caminar para un desarrollo sanitario sostenible?:
Esta es la pregunta del millón porque, en los tiempos actuales, se pone seriamente en duda la supervivencia del Estado del Bienestar característico de los países occidentales durante los últimos sesenta años. Yo entiendo que este modelo de Estado, que ha garantizado la libertad e igualdad de millones de ciudadanos como nunca antes en la historia, no tiene por qué ser una excepción histórica sino que puede convertirse en un logro definitivo de la humanidad. Pero para que así sea, entiendo que deberían cumplirse algunas condiciones:
– la primera, y más importante, que el Estado de Derecho recupere el control sobre el capitalismo financiero en el que estamos instalados desde hace tres décadas. Mientras la economía real no reconquiste, con la ayuda de los Estados, el terreno que ahora ocupa la economía virtual, será imposible garantizar los derechos sociales a largo plazo.
– La segunda, y también muy relevante, que no se confundan las necesidades con los deseos. Como decía Gandhi, hay recursos para atender las necesidades de todo el mundo, pero no los deseos ni siquiera de muchos. En los últimos decenios nos hemos acostumbrado a una vida de opulencia -que también se ha manifestado muchas veces incluso en los servicios públicos- que es insostenible e intolerable. Veamos, por ejemplo, lo que sucede en el caso concreto de la sanidad en España. Por un lado, faltan muchos recursos para cubrir adecuadamente las necesidades de todos los ciudadanos. Basta con mencionar las dilaciones que se producen en las citas en ciertas especialidades, pruebas diagnósticas o intervenciones quirúrgicas. Desgraciadamente esto no ha hecho más que multiplicarse desde que se inició la crisis en Europa. Pero, al mismo tiempo, constatamos con frecuencia las ineficiencias que se producen en la asignación de los recursos, el derroche que se hace de medicamentos (mediante una insana complicidad entre profesional y usuario), o la tolerancia con la que se contemplan ciertas prácticas corruptas.
– La tercera, que no debe dejar de plantearse aunque sea menos popular, tiene que ver con la capacidad económica del Estado para atender las necesidades de sus ciudadanos. No se puede desconocer que, si la población envejece y se cronifica, la demografía se estanca, y la sociedad no genera los recursos económicos para cubrir el coste de todos los servicios públicos, habrá que replantear el alcance de lo que puede garantizar el Estado en términos de derechos sociales y los nuevos modos para lograrlo. El futuro del Estado no consiste en desmantelar el Estado del Bienestar sino en reformularlo en términos que lo hagan viable y sostenible a largo plazo.
8. Gestión del cambio, nuestra estructura sanitaria y gestora frecuentemente es reticente a los cambios, manteniendo el “siempre se hizo así”, hecho que impide el desarrollo de nuevas visiones, gestión y liderazgo ¿Por qué piensa que se produce esta resistencia al cambio?
Todas las instituciones tienen una natural resistencia al cambio. Esto tiene unos evidentes inconvenientes, como los que se señalan en la pregunta, que deben ser combatidos. Las tradiciones faltas de sentido, el miedo natural a los cambios, el deseo de perpetuarse en el poder, las tendencias autorreferenciales que impiden descubrir otros horizontes o perspectivas… son fenómenos que se dan en las instituciones y que deben ser combatidos porque no constituyen su esencia sino, más bien, su perdición.
Ahora bien, sí está en la esencia de las instituciones tratar de generar seguridad en la vida de las personas y las sociedades. Esta seguridad tiene dos sentidos igualmente importantes. Seguridad como certeza acerca de lo que va a pasar. Gracias a las instituciones los ciudadanos podemos saber lo que previsiblemente pasará en las distintas situaciones de la vida. Si, por ejemplo, me han robado en casa acudiré a una comisaría con la confianza de que la policía me auxiliará a recuperar mis bienes y a que la persona que perpetró el robo sea castigada. Pero la seguridad también debe entenderse como certeza de lo que lo que va a pasar será justo. Si vivo en un país estructuralmente corrupto, quizá tenga la seguridad de que, para recabar el auxilio de la policía, tendré que pagar una cantidad a los agentes de turno. Pero esa seguridad es insuficiente. He de tener la seguridad de que la policía cumplirá con la misión que la sociedad le ha encomendado sin tener que pagar a los agentes por ello.
Por tanto, y para concluir, las instituciones tienen que esforzarse permanentemente por innovar y combatir tantas adherencias que ellas mismas generan y que son autodestructivas. Pero, al mismo tiempo, las instituciones tienen que ser estables y garantizar la seguridad en el doble sentido que he indicado. En el campo de la sanidad esto es aplicable tanto a los hospitales como a los centros de salud, a las consejerías de salud como a los colegios profesionales, a las sociedades científicas como a las universidades.
9. Cultura organizacional, desde nuestro blog pensamos que esta es una de las debilidades de nuestros centros sanitarios, lo que genera un déficit en el sentido de pertenencia a nuestros centros ¿Qué opinión le merece esta afirmación? ¿hacia dónde pondría el norte de su brújula para construir una cultura organizacional representativa para los profesionales y útil para los ciudadanos?
Comparto enteramente su diagnóstico acerca de la falta de cultura organizacional. Creo que este déficit tiene, entre otras, dos causas importantes.
Primera, los ciudadanos en España no hemos sido formados para formar parte de equipos. No tenemos interiorizado que participar en empresas colectivas, en las que lo importante no es el brillo personal sino la cooperación con los demás, pueden ser más importantes y fecundas que las iniciativas individuales. Nuestra sociedad tiende a apreciar los vínculos familiares pero mucho menos los laborales. Nos manejamos bien en las relaciones de afecto y amistad pero somos mucho menos competentes para integrarnos en organizaciones profesionales o cívicas.
Segunda, no existe una fuerte conciencia cívica y de lo público. Poca gente piensa que la limpieza de la calle sea tan importante como la limpieza de su hogar, que los recursos públicos deben emplearse con más celo si cabe que los recursos propios; en definitiva, que interesarse por la cosa pública es tan importante como hacerlo por los asuntos privados.
Obviamente ambos aspectos están relacionados: como no se nos ha enseñado a ser agentes competentes dentro de organizaciones, como no hemos sido capaces de generar una cultura organizacional y cívica, tendemos a pensar que las organizaciones y la ciudad o funcionan por sí solas o que no vale la pena arrimar el hombro por sacarlas adelante.
10. Generar de nuevo confianza, tanto en los profesionales como en los ciudadanos, es una ardua tarea de nuestros gestores sanitarios; confianza en su manera de gestionar, en su toma de decisiones y en su capacidad para afrontar un futuro incierto. ¿Cómo se puede lograr esto desde un punto de vista ético?
Generar confianza es uno de los principales retos de nuestro tiempo. Y lo es porque existe una pavorosa crisis de confianza en las personas y en las instituciones; porque las sociedades sin confianza naufragan; y porque no se advierten signos de cambio en el horizonte cercano. La crisis actual debería ser una oportunidad para descubrir que si generamos confianza entre nosotros no solo podremos superar la crisis, sino construir una sociedad de la que sentirnos orgullosos, capaz de acometer los extraordinarios desafíos que nos plantea el futuro inmediato.
Desgraciadamente no tengo fórmulas mágicas para generar esa confianza. Pero estoy convenido del valor de una que nunca falla. Cada vez que una persona se atreve a dar un paso adelante y decide confiar en los demás, y cada vez que se esfuerza por hacerse acreedor a la confianza de los demás trabajando y actuando con integridad, inmediatamente activa un círculo virtuoso, por el cual otras personas deciden imitar su ejemplo y él se ver reforzado a mantener su empeño a favor de la confianza. Puede parecer poco, pero recuerdo que Havel decía que la persona que actúa de acuerdo con su conciencia es el agente de cambio más potente en una sociedad.
El filósofo alemán Robert Spaemann cuenta la anécdota de la dueña de un teatro, que a su vez se encargaba de vender las entradas para la función. Un día le llegó un joven y le dijo que no tenía dinero para pagar porque era estudiante y ella le dejó pasar gratis. No le pidió que acreditara su condición de estudiante ni la de su falta de recursos. Su razonamiento, por el contrario, fue: “puesto que no te conozco, no tengo ninguna razón para desconfiar de ti”. A muchos les parecerá ingenuo y peligroso este modo de razonar. Pero si todos lo aplicáramos con carácter general, estoy seguro de que el mundo -también el sanitario- daría un vuelco importante.
11. En su opinión, ¿cuáles son los principales retos de la ética en el ámbito sanitario para el presente, y sobre todo, para el futuro?
Yo distinguiría tres grandes tipos de retos para la ética sanitaria del futuro. El primero tiene que ver con la distribución justa de los recursos. Las necesidades sanitarias seguirán creciendo, los recursos siempre serán escasos y el reto consiste en asignarlos de la forma más justa. Este reto se plantea a distintos niveles:
– Micro, cuando el que toma las decisiones es el propio profesional en la atención sanitaria cotidiana o el gestor cuando decide en un centro de salud o un hospital. Este nivel interpela a todos los profesionales sin excepción.
– Meso, cuando se trata de decidir políticas, planes o actuaciones que afectan a una comunidad autónoma, al país o a una región del mundo (por ejemplo, la UE).
– Macro, cuando se adoptan acuerdos que repercuten sobre las políticas de salud en todo el mundo.
Existe una profunda relación entre cada uno de estos tres niveles, y lo deseable es que, quienes tengan que decidir en cada uno de esos niveles, tengan presentes los otros. La conocida cita de Schumacher “Piensa global y actúa local” es una buena referencia para hacerlo.
El segundo tipo de retos tiene que ver con la acelerada incorporación de tecnologías a la asistencia sanitaria. Aquí es importante tener presente que las tecnologías no pueden emplearse contra el bien de las personas ni de las sociedades, por muy deslumbrantes que nos parezca lo que nos pueden conseguir. Al mismo tiempo, debemos estar siempre alerta para que esos medios no deshumanicen la asistencia sanitaria sino todo lo contrario, cosa que no es sencilla.
El tercer tipo de retos son los que se refieren a las relaciones personales. Como ya he dicho, la relación entre el profesional de la sanidad y el paciente es la clave de bóveda de todo sistema de salud. Es imprescindible que la cultura sanitaria se construya desde esa clave y, para ello, es necesario formar a los profesionales de otra manera. Junto a esta relación también es decisiva la relación entre los profesionales que integran los equipos sanitarios. En estos dos tipos de relación ha habido grandes progresos en las últimas décadas, pero también se ha retrocedido en algunos aspectos. Y, sobre todo, queda mucho por hacer. Si estos dos tipos de relación fallan, de poco sirve que desarrollemos una extraordinaria asistencia basada en la evidencia. Sus resultados serán pobres y, a veces, contraproducentes.
12. En la actualidad, ¿cuáles son las obligaciones éticas de las instituciones sanitarias para con la sociedad a la que prestan servicio?
La sociedad crea las instituciones sanitarias para que atiendan de la forma más eficiente sus necesidades de salud. Para que así sea, lo primero que tienen que garantizar esas instituciones es que no van a lesionar la dignidad de las personas que requieran de sus servicios. Esto es previo a cualquier otra consideración y tiene innumerables consecuencias en la asistencia diaria. Una enfermera que comenta en la sala de enfermeras aspectos relacionados con la intimidad de un paciente está haciendo algo muy mal, aunque el paciente nunca se entere y solo sirva para el entretenimiento momentáneo de las compañeras. Todos podríamos poner ejemplos sin parar de malas prácticas protagonizados por médicos, enfermeras, auxiliares,… que repercuten sobre la dignidad del paciente. La mejor forma de prevenir ese tipo de abusos, que además de lesionar la dignidad de las personas erosionan la confianza en las instituciones sanitarias, está en esforzarse permanentemente por conseguir que las instituciones sanitarias no sean estructuras de poder sino de servicio.
Otro punto que me parece importante tiene que ver con la educación en salud. Hoy en día la salud tiene un carácter sagrado: parece que sea el bien por el cual valga la pena hacerlo todo. Yo creo que este planteamiento es doblemente erróneo. Parte de un concepto de salud desmesurado (que prácticamente viene a identificar salud con felicidad) y considera que al “dios salud” se le deben todo tipo de sacrificios y ofrendas. Vivir no es preservar la salud sino desarrollar un proyecto de realización personal. Lógicamente, si uno quiere realizar proyectos de largo alcance deberá tener la prudencia de cuidar su salud, pero sin considerar que es el fin de su vida. A veces pienso que las instituciones sanitarias contribuyen a mantener esos dos errores: el de un concepto hiperbólico de salud y el de la salud como objeto último de la existencia.
13. Hablaba Ortega y Gasset de “estar alto de moral o desmoralizado”, ¿qué significa estar “alto de moral”? ¿necesitan las instituciones sanitarias estar “altas de moral” para sobrevivir en estos tiempos convulsos?
No creo que sea fácil encontrar en los tiempos que vivimos un gestor sanitario, un responsable de una institución sanitaria, que tenga un tono positivo y animante. En mi entorno universitario la queja está universalizada. Casi parece que quien no mantiene un discurso derrotado (“esto es un desastre y no hay quien lo arregle”) no está comprometido con la realidad que vivimos.
Aunque ciertamente no faltan las razones para alimentar esos discursos, me parecen inadmisibles. En primer lugar, porque vivimos en una sociedad privilegiada. Los miles de millones de personas en el mundo que verdaderamente no tienen de nada, podrían sentirse desconcertados e incluso ofendidos si oyeran a veces la intensidad de nuestros lamentos y la profundidad de nuestro desengaño. Y, en segundo lugar, porque el tono derrotista es el peor para afrontar una situación difícil como la que vivimos. Solo si estamos muy altos de moral seremos capaces de emprender acciones valiosas para crear un nuevo modelo social en el que todas las personas disfruten de libertad e igualdad de derechos. El modelo del capitalismo financiero desbocado dominante todavía hoy tiene que ser el pasado; y el autoritarismo capitalista de China no puede ser el futuro. En este 14 de noviembre en que respondo a esta entrevista, publica El Roto una viñeta en el diario “El País”, que no puede ser más sintética y elocuente. Ocupa toda la viñeta el rostro de una joven desconcertada gritando: “¡Queremos desamericanizarnos sin que nos achinen!”. No sé si aspirar a esto es imposible pero, desde luego, es necesario.
14. Para concluir, un consejo para los que quieren desarrollar su profesión en la gestión sanitaria:
Yo distingo las profesiones por un criterio fundamental: aquellas cuya materia de trabajo son las personas y aquellas que trabajan primariamente con cosas. Entre las primeras están la sanidad, la educación, la justicia, la política, la religión. Pues bien, todas ellas me merecen un respeto especial. Cuando se desempeñan con profesionalidad, las personas son felices y las sociedades prosperan. Por el contrario, cuando se hacen de forma incompetente, corrupta o dolosa, esas profesiones se convierten en los cánceres más letales de una sociedad. Por eso, tenemos que desear que haya muchos jóvenes competentes y con una inquebrantable voluntad de servicio que decidan orientar su vida hacia las profesiones que he mencionado. Y, puesto que estamos en un contexto sanitario, en especial hacia las profesiones sanitarias.
Muchas Gracias.
Desde el blog Gestión de Enfermería queremos agradecer a Vicente Bellver su colaboración con nosotros, su visión y aportes a una parte tan importante para las profesiones sanitarias.
www.silvia-perez.com – www.alberto-gonzalez.com
Me parece un artículo genial y del que los gestores eberían tomar nota. A priori puede resultar «difícil» de aplicar, pero no imposible y esto haría que la sanidad de nuestro país funcionase de otra manera, no sólo por lo que se refiere a la sostenibilidad económica sino porque la calidad de los cuidados de los profesionales serían mejores. Comprobado está que el que trabaja si está motivado e ilusionado con su proyecto laboral, trabaja mejor y da lo mejor de si mismo en la labor que desempeña.
Tomen ejemplo todos los gestores. Es su asignatura pendiente.
[…] elemento para el debate. Por ello después de haber leído la gestión de Miguel Angel Mañez y la visión ética de Vicente Bellver, el mejor final es preguntar a nuestro invitado de esta semana cual es su […]
Unas reflexiones y consejos muy interesantes. Sin duda es fundamental formar profesionales cualificados en el área de la gestión sanitaria, para garantizar su correcto funcionamiento. Saludos.