Es complicado ponerse a reflexionar a la vuelta de una jornada de debate como a la que tuvimos la suerte de asistir el día 21 en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid, organizada por la Asociación Nacional de Directivos de Enfermería. Desde Gestión de enfermería queremos dar las gracias a Marilia Segarra @MariliaSegarra por dos razones muy sencillas, por la calidad de la jornada que organizó y por lo buena anfitriona que fue.
La pretensión de hoy no es hacer un resumen de la jornada, quizás durante la semana repasemos juntos nuestro «cuadernico de notas» , pero sí nos gustaría compartir dos o tres cosas de las que se dijeron para reflexionar antes y después de la entrada de hoy.
Nos dijo Begoña Barragán (presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer):
Los pacientes no necesitamos que lloréis con nosotros, tan solo un poco de #empatia…
Los pacientes no somos el florero de la foto….
Juana Mateos (Directora de Enfermería de Procesos y Calidad) nos dijo:
La visión, es el esfuerzo de la organización por transformarse…
La dificultad….. convertir muros en peldaños…
Así comenzó la mañana, con sobredosis de realidad sanitaria, de la mano de Begoña Barragán, y con una gran conferencia inspiradora de la mano de Juana Mateos.
Bajo estas premisas nos gustaría mirar el interior de uno de esos sandwich que nos comemos, ese interior que tanto nos gusta saborear pero que si cuando masticamos no nos gusta lo arrojamos a la papelera.
En el interior de este sandwich es donde encontramos a los mandos intermedios de la enfermería, a esos que irremediablemente odiamos por el motivo X+Y, y como ejemplo la perlita que nos dejaron en twitter hace unos días, y que aquí no vamos a reproducir.. pero ahí está en nuestro timeline.
En nuestra entrada de la semana pasada queríamos cambiar el paso y fijar la mirada en lo positivo, y resultó complicado a la vista de alguno de los comentarios, no los criticamos, son ejemplo de lo que sentimos.
Ningún jefe es bueno, a todos sacamos pegas, ¿cómo puede ser esto posible? ah y si, un día me dijeron que a una compañera le contaron que en aquel hospital había una supervisora buena.
Son muchos los escenarios, ya sean organizaciones, asociaciones o servicios de salud en los que se habla de la importancia de la figura de los mandos intermedios de la enfermería como eje clave a través del cual se deben articular acciones y que son camino fundamental en el propósito de alcanzar los objetivos institucionales.
Pero la realidad es bien distinta, porque basta hablar con unos cuantos para ver que todo ese torrente de palabras y kilos de megas de las correspondientes ponencias y comunicaciones y darse cuenta del error y de que los problemas de este personal no considerado asistencial ni tampoco miembro de la dirección de enfermería, ni todo lo contrario.
Indudablemente el papel del mando intermedio de la enfermería es el de ejecutor de las estrategias marcadas por la organización, trasladándolas a las distintas unidades por un lado y por otro es el catalizador que asegura el orden y la calidad asistencial.
¿Y qué es lo que se produce para que haya este sentir extraño entre éste cuerpo de profesionales enfermeros?
Lo que se produce es muy sencillo:
- La supervisora es buena si no genera problemas.
- La supervisora es buena si no los saca a la luz (los problemas).
- La supervisora es buena si no manifiesta las fallas organizacionales.
- La supervisora es buena si no propone demasiados cambios en sus grupos de trabajo.
¿Por qué en los cuadros directivos se producen tantos digustos y malestar con los famosos puenteos, y el sentir y proceder no es el mismo cuando el puenteado es uno de los mandos intermedios de la enfermería?
Esto por la parte alta del organigrama, y por la parte baja:
- La supervisora es buena si no interfiere demasiado en mi actividad asistencial.
- La supervisora es buena si realiza parte de mi actividad asistencial y facilita la función de enfermera de control de enfermería.
- La supervisora es buena si realiza toda esa parte del trabajo oscura que no me gusta.
- La supervisora es buena si es permisiva con las normas.
- La supervisora es buena si me facilita todo lo que le pido (mala, mala, mala… no me dieron la mañana de Navidad, ¡¡si no pasa nada porque todo el personal que se queda sea nuevo!!)..
Y todo esto en esencia tampoco es malo, no, porque la mirada hacia arriba te convierte en un mando intermedio eficaz y la mirada hacia abajo te convierte en una supervisora líder de grupo de trabajo, un extraño líder de grupo(ni tóxico ni todo lo contrario), pero líder reconocido al fin y al cabo.
El problema surge, cuando los intereses de la parte de arriba y la de abajo entran en conflicto, cuando las tapas del sandwich se extrechan cada parte con sus razones, egos, intereses y otros.
Es en este momento cuando la supervisora líder si razona y trabaja en el sentir de los de arriba deja de ser líder y cuando da la razón a los de abajo deja de ser eficaz porque pone de manifiesto problemas.
Lo irónico del caso es que a veces también sucede que las tapas se ponen de acuerdo.
Esto suele suceder siguiendo el siguiente esquema:
Enfermera/TCAE no comparte algo en el proceder de la supervisora de turno, primero lo rebate, discute y hasta en ocasiones increpa y hasta insulta, si hasta insulta a la supervisora de turno ante el silencio y mirada atónita de ésta (más a menudo de lo que parece) (si, silencio porque se sabe queso y sabe que si además dice o hace será utilizado en su contra) y después se va a lloriquear a la otra tapa del sandwich.
Es entonces cuando se produce una cosa mágica, las tapas del sandwich se ponen de acuerdo y se produce la llamada (las/os que son mandos intermedios alguna vez lo habrán experimentado)….
Fulanit@!!! qué fue lo que pasó…???!! Mira, menganita vino dolida y llorando con los del sindicato…. Pero mujer/hombre cómo pudo pasar!!!??? claroooo….. tenias que haber dicho/hecho/callado….!!!
Y aquí comienzan las sobradas por innecesarias explicaciones:
- Primero porque no se debiera haber dado la situación y necesidad de darlas.
- Segundo porque todo esta hecho ya, el daño al queso.
Mi comportamiento fue intachable,….. jamás haría eso…. jamás diría eso ….ya me conoces… ya, ya… pero fulanit@ lloraba ….. ¿qué tengo que llorar para que me creas?….
Y aquí es donde se produce otra cosa mágica:
Fulanit@ se dedica a sembrar «…….» cosas poco edificantes y constructivas, sesgadas y llenas de rencor y desidia profesional, que da mucho morbo y es escuchado por todos… y más cuando la otra parte jamás va a rebatir ni dar su versión…. y ya se sabe…
…Siembra que algo queda….
Y de este modo se construyen las leyendas urbanas de algunos terribles y odiados supervisor@s ( y lo mejor juzgar a otr@ sin conocerl@) y a nuestro entender más a menudo de lo que parece l@s mejores….
Y lo peor …. cada vez que mires…. lo harás con duda….. «¿Será verdad o mentira lo que se dice en el pasillo?», no hay nadie que sea capaz de abstraerse a este mundo del rumor por mucho que lo diga, no, no hay nadie, nadie somos tan aséptico, otra cosa es que lo reconozcamos públicamente.
Porque la mejor supervisora no es:
- La consentidora (dícese aquella que práctica el fantástico laissez faire)
- La pasota (dícese de aquella que ni crea, ni destruye, ni transforma, ni se transforma)
- La pelota (dícese de aquella que da la razón a todos, queso, tapa (del sandwich) de arriba o de abajo)
- La invisible (dícese de aquella que nunca parece estar en ninguna parte)
- La populista (dícese de aquella que siembra «….» cosas poco edificantes de otra supervisora en beneficio propio ya sea la «…», la siembra ascendente o descendente)
Epílogo I: ¿ Y por qué seguir en este escenario?
Porque aún no has perdido la esperanza de que puedes ayudar a cambiar las cosas, porque aún no has perdido la ilusión por aportar tu granito de arena, porque aun no te has dejado convencer de que eres mal@.
Cuando alguien te critique, sonríe y dale las gracias
Epílogo II: De la autocrítica a lo importante
El mejor objetivo, es el que no olvida nuestra razón de ser profesional, el que no antepone nuestro egoísmo e interés particular.
Al final, lo que los pacientes queremos es que nos cuiden. Ya, ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar.
Albert J. Jovell
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