El rumbo del equipo es el centro de mandos de su funcionamiento colectivo. De forma que es, el conocimiento acerca de hacia dónde va y cómo cree que logrará llegar allí.
Determinar el resultado final de las actividades del equipo son los objetivos que a priori estableceremos. Como ya sabemos, los objetivos no son entes inmóviles por el contrario, deben ser revisados periódicamente de manera que sean permanentemente los retos a conseguir por el equipo de trabajo.
Así, clarificar los objetivos del equipo debe ser el primer paso en cualquier mecanismo de trabajo grupal. No olvidando que, deben ser desafíos realistas y alcanzables. También, conviene mantener presente respecto a los proyectos a largo plazo que establecer metas intermedias, contribuirá al éxito final.
Las características que deben mantener los objetivos son:
Ser específicos y claros. Pueden ser entendidos y comprendidos por todos independientemente de su nivel de experiencia.
Medibles
Orientados a la acción. Deben suponer una actividad.
Orientados a resultados. Esta se convierte en una característica fundamental dado que nos dan la medida de lo conseguido al igual que de la calidad.
Deben mantener un marco temporal. Deben poseer un cronograma desde el momento de inicio hasta el momento en el que se deben dar por concluidas las acciones que conducen al logro de estos.
Por otra parte, planear todos los aspectos de trabajo del grupo clarifica hacia dónde se dirige el equipo.
Planear, no supone una perdida de tiempo. En ocasiones, existe la creencia que detenernos durante unas horas o días en planear la acción, no conduce más que a demorar la ejecución y por tanto “ a llegar tarde”. Por el contrario, la planificación contribuye a garantizar el éxito final dado que, nos indica como debemos dar cada uno de los pasos y a que velocidad, parámetros, circunstancias, etc, para alcanzar los objetivos en el tiempo fijado.
A menudo, la planificación retroactiva contribuye a simplificar esta tarea. De forma que, nos situamos en el objetivo final y vamos fijando los pasos previos hasta el momento actual.
A pesar de lo cual, la planificación hacia delante es más común.
También, en esta parte de planificación es útil determinar los roles de cada uno de los miembros del equipo, de forma que a ciencia cierta se conozca quien es el responsable de cada una de las actividades. No se debe dar nada por hecho por obvio que parezca. En el transcurso de la acción lo obvio, puede convertirse en duda y por tanto en error. Conocer las responsabilidades y los tiempos, nos permite conocer quien está haciendo que en cada momento y eso indudablemente proporciona seguridad y certezas a los miembros del equipo.
A priori, conviene igualmente establecer los indicadores. Determinar, cuales serán las medidas del rendimiento de los miembros del equipo y del propio equipo de forma global. Así, un estandar de rendimiento es una medida del grado de consecución o éxito de la actividad realizada.
Los estándares usualmente están referidos a los aspectos más importantes de la actividad grupal. Al igual que los objetivos, deben ser claros y medibles, dado que de otra no servirán para alcanzar su pretensión como medida de actividad.
En este sentido, los procesos de trabajo contribuyen al establecimiento de las medidas de rendimiento, dado que los procesos definen quién, cómo y cuando se realiza cada una de las actividades de forma minuciosa y detallada.
Los valores. Son los principios que guían el rumbo del equipo de trabajo. Las convicciones compartidas que las personas poseen y que les confieren la creencia acerca de los argumentos para mantenerse unidos.
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